A mí que me encantan los relatos de Rosa Montero la historia de Leola en “Historia del Rey Transparente” me conmovió. En un turbulento siglo XII, esta campesina adolescente, desnuda a un guerrero muerto en batalla, se viste con sus ropas de hierro para protegerse bajo un disfraz viril. Desde la terrible Edad Media la mujer nunca tuvo igualdad de derechos hasta los cambios políticos, económicos y sociales asociados a la Segunda Revolución Industrial iniciada en la década de 1870, provocando una clara aceleración del movimiento feminista en el último tercio del siglo XIX. El divorcio fue autorizado en Reino Unido en 1857 seguido por el derecho al voto de la mujer pero a pesar de afirmaciones como las de lord Curzon desde el sillón de la Real Sociedad Geográfica londinense “Su sexo y entendimiento las hace ineptas para la exploración y este tipo de trotamundos femeninas es uno de los mayores horrores de este fin de siglo”. Evidentemente estaba equivocado.

Por aquel tiempo unos libreros austriacos sacaron a  la venta dos gruesos tomos de tapa dura en donde podía leerse en sus letras doradas “A Lady´s Travel Around The World”, con las peripecias de Ida Pfeiffer, ama de casa que a sus cincuenta años, sola y sin dinero, cruza el Atlántico conviviendo con los indios del Brasil, dobla el cabo de Hornos, surca el Pacífico, se topa con las revueltas de China y finaliza su periplo en la India moviéndose en camello.

No habrán pasado muchos lustros de las desafortunadas palabras del marqués Curzon, cuando la inglesa Isabella Bird se convirtió en la primera mujer admitida en la Real Sociedad Geográfica, todo un síntoma de la importancia que empezaban a tomar los viajes por el mundo para las mujeres en el Reino Unido. Isabella tenía problemas crónicos de columna que le provocaban jaquecas e insomnio, y no obstante castigaba su maltrecha espalda recorriendo a caballo las islas Sándwich y el salvaje Oeste americano. Además exploró los lugares más remotos de Japón, China y Malasia, incluso fue asaltada en su extravío por Persia y Kurdistán. Los ingleses, tan protocolarios y rectos de comportamiento, son precisamente los más expuestos a liberar todas sus emociones: “Los viajes le dan a uno el privilegio de hacer las cosas más impropias con total impunidad”, declaraba la viajera a un periodista de “The Times”.

El incansable medio de locomoción del camello para el desierto y el excitante galope del caballo por la estepa, fueron enseguida sustituidos por una nueva armadura metálica, como la de Leola, pero con dos ruedas. El primero en dar el paso comúnmente reconocido fue un hombre, el director cinematográfico Carl Steams Clancy. Lo atestiguan artículos periodísticos publicados entre 1912 y 1913, aunque su intención era culminar una gran guía de viajes en moto. Clancy se apoda “El vagabundo de la gasolina” y recorre todo el mundo, incluida España, a lomos de su Henderson V Twin, impecablemente vestido con traje, chaleco, corbata y como protección un casco de aviador.

Pronto aparecerán las primeras aventureras. En 1915 Avis y Hotchkiss Effie, madre e hija, se fueron en Harley Davidson desde Nueva York a San Francisco, 5.000 millas pasando calamidades hasta el punto de tener que rellenar sus frágiles ruedas con jirones de ropa.. Pocos años después, En 1921 una desconocida Lady Warren se decidió a viajar “sin un plan determinado y tan sólo con la curiosidad como meta” a través del desierto del Sahara. Pero fueron Theresa Wallach y a su amiga Florence Blenkiron quienes realizaron la hazaña de cruzar en moto el continente Africano en 1935. Wallach fue piloto, motorista de enlace, ingeniera y aventurera, y como deportista ganó en 1939 la reputada Gold Medal en el circuito de Brooklands en Inglaterra. Un viaje que muchos consideraron una locura entonces, toda una aventura que dejó escrita (y filmada) en The Rugged Road, uno de los grandes libros sobre viajes en moto (Con permiso de Ted Simon y su maravilloso “Los Viajes de Júpiter” del que algún día hablaremos), perfectos para leer antes de descansar y de soñar con viajar.

 

Otra mujer excepcional en los albores de la moto fue la norteamericana Bessie Stringfield. Mujer, de raza negra, y motorista. Explosivo cóctel. Fundó el Iron Horse Motorcycle Club pero disfrazada de hombre como le pasaba a Leola. Realizó 8 viajes en moto alrededor del mundo en solitario y fue motorista de enlace en la Segunda Guerra Mundial. Viajó por 48 estados americanos durmiendo al raso o en casas de familias negras, esquivando injustas prohibiciones racistas. En 2000 la American Motorcycle Association creó un premio en memoria de esta extraordinaria mujer viajera.

Hay escritoras motoristas, como Melisa Holbrook Pyerson, autora del que es para muchos el mejor libro que reflexiona sobre aventuras en moto, “The Perfect Vehicle”. Motoristas casadas con escritores, como la catalana Zenobia Camprubí, fiel compañera de Juan Ramón Jiménez. Y periodistas motoristas como Alicia Sornosa, una mujer más que encantadora que acaba de lograr ser en la primera motorista española en dar la vuelta al mundo en moto. Alicia combina muchísimas actividades, entre ellas los Road Leader organizados por Ruralka On Road para entusiastas del turismo rural en moto, teniendo siempre en mente cualquier proyecto solidario. “Ser mujer ha sido una ventaja para viajar, y he conocido mucha gente que me ha ayudado en todas partes. La hazaña de recorrer el mundo en moto ha hecho que en cuanto acaba cada viaje, ya estoy marchándome y emprendiendo el siguiente”.

Nuestro agradecimiento a Pilar Tejera y Ediciones Casiopea (www.mujeresviajeras.com) por la documentación y cesión de fotografías.